domingo, 29 de julio de 2007

EDUCACION PARA LA VIDA

EDUCACIÓN PARA LA VIDA”: ¿UN IDEAL REALIZABLE?






Tribuna Logosófica Nro. 4, página 39 – Agosto de 2006
Mtra. Directora Angélica Benvenutti Balbi Montevideo - (abbalbi@adinet.com.uy)


Una aspiración compartida
Es en los últimos tiempos que en los diferentes ámbitos educativos ha ido arraigándose el concepto de “educar en valores”
Es que la sociedad actual reclama de manera urgente la consolidación de generaciones nuevas, capacitadas para enfrentar un mundo que, por cierto, está resultando cada vez más conflictivo.
Desde el gran deterioro de los vínculos de afecto, hasta los diferentes flagelos sociales que en forma permanente acechan a nuestros niños y jóvenes, deben éstos, a veces, sobrevivir en medio de una realidad que les resulta por demás adversa.
Carentes en general, de referentes claros, se encuentran ante la disyuntiva de definir sus propios caminos. Pero no se da esta situación como resultado de la gradual maduración que naturalmente va teniendo un ser humano en su proceso de crecimiento.
Observando algunas realidades, tenemos la sensación de estar ante seres que son “arrojados” a la vida de manera prematura, sin haber sido provistos de los recursos necesarios para enfrentarla con acierto, aplomo y responsabilidad.
No podemos dejar de recordar las palabras de González Pecotche, quien en su libro Introducción al Conocimiento Logosófico, pág. 218, expresa: “Los pichones que se lanzan a volar dejando el nido antes de tener las alas emplumadas, corren el peligro de caer y golpearse la cabeza. Podría objetarse que, si no hicieran ese ensayo, no aprenderían a volar; pero lo cierto es que el ensayo prematuro suele costarles la rotura de un ala, de las patas, de la cabeza, etc. Muy diferente resulta cuando las aves- padres los conducen, primero, de ramita en ramita, luego, de rama en rama, prolongando más y más las distancias a medida que los pichones, lejos de debilitarse, cobran fuerza, pues un día, con la arrogancia propia de los pájaros que han cumplido el proceso de su desarrollo, lograrán efectuar ya magníficos vuelos, sin peligro de caer rendidos por el cansancio u otras causas.”
¡Cuántas veces hemos visto en nuestro camino de educadores a esos pichones que, sin plumas en las alas, deben emprender el vuelo, transitando por realidades que, ni su incipiente reflexión, ni su tierna sensibilidad alcanzan a comprender.
¿Es que tal vez falte el natural amparo que surge del consejo y la experiencia de los padres? ¿Qué está pasando con el mundo de los adultos? ¿Hemos encontrado nosotros el rumbo que marque caminos, que sea referente para las nuevas generaciones?En medio de esta confusión, no dudamos en pensar que la educación de los más pequeños es la “gran esperanza” que puede tener la humanidad, buscando a través de ella la formación de individuos que puedan crecer fieles a principios de rectitud, de justicia, de responsabilidad y sobre todo de sensatez,

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