domingo, 29 de julio de 2007

CONOCERCE A SI MISMO


Conocerse a sí mismo






Ahora bien; pensamos que esta forma de concebir el trabajo educativo, requiere del educador una actitud diferente. No se trata solamente de acompañar los procesos de aprendizaje, en lo que a los contenidos programáticos se refiere.
¿Cómo seguir de cerca las alternativas de su crecimiento psicológico?.
¿Será acaso necesario que el propio docente realice dentro de sí mismo ese trabajo de aproximación a su realidad interna? Enseñar a transitar por un camino que es para nosotros conocido resulta mucho más sencillo. Pensamos entonces que cuando en forma paralela, educando y educador van realizando un proceso de aprendizaje en el difícil arte de conocerse a sí mismo podemos hablar verdaderamente de “Educar para la vida”. El educador, conociendo el camino, siendo ejemplo, no de perfección pero sí de esfuerzo en perfeccionarse; el educando, dando sus primeros pasos en la vida, corrigiendo y encauzando cuando la psicología es tierna y el esfuerzo que requiere formarla es mucho menor. Es así que el niño va experimentando la alegría de superar su propia actuación, y es responsabilidad del docente propiciar ese ambiente natural y sano, que facilite la adquisición de valores, adquisición que se realizará no por imposición, ni por temor, sino por comprensión. Éste es un aspecto fundamental. Cuando atemorizamos al niño, paralizamos su mente, logrando que nos obedezca solo por temor a la sanción del adulto. En cambio, cuando trabajamos sobre la reflexión, sobre la capacidad de pensar, el niño comprende el por qué de cada una de sus actuaciones, aprende a valorar los buenos resultados que obtiene cuando ajusta su conducta a esos conceptos, consolidando así una verdadera convicción, que podrá ser puesta a prueba en cualquier momento, y será tenida en cuenta en la actuación siempre, independientemente de quien lo está mirando.
Si proyectamos esto en las edades futuras, cuando por consecuencia lógica de su crecimiento irá adquiriendo mayores grados de libertad, y ya no estará tan cerca de nuestra mirada, valoramos la importancia de enseñarle a auto-regular su propia conducta. Y mientras se va cumpliendo ese proceso de aprendizaje, es fundamental la presencia del adulto, padre o docente que deberá estar allí una y mil veces corrigiendo, orientando, ayudando y poniendo límites claros, lógicos, naturales, aquellos que conducen a un acatamiento inteligente, y que mediante explicaciones claras y sencillas, penetran en la mente del niño.

Necesarios caminos paralelos
Pensamos entonces que, ahora sí, cuando educando y educador emprenden un camino paralelo de superación y de vinculación con la realidad interna, esa “educación para la vida” deja de ser un objetivo inalcanzable para convertirse en realidad. Porque de esa manera, el educador estará esforzándose en incorporar a su vida aquello que luego tendrá que brindar a sus educandos.
Pero, ¿dónde aprender a ser padres?, o acaso, en las aulas donde nos formamos como docentes, ¿nos enseñaron a conocer nuestra realidad interna?
Parecería que además de lo que aprendemos para nuestro desempeño profesional, necesitamos conectarnos con alguna línea de conocimientos, que podríamos llamar conocimientos “auxiliares”. Éstos serían los encargados de conectarnos a esa realidad interna, lugar donde se gestan y regulan todos los aconteceres de nuestra vida. En esa línea de conocimientos se enmarca la Logosofía, ciencia que nos permite enfocar la educación desde un ángulo diferente, original y verdaderamente formador.

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